dimecres, 10 d’octubre del 2018


EL TRUMPISMO ES UN FENÓMENO DE VARIAS CARAS.

Sólo los incautos, a estas alturas del partido, pueden ver en Trump un fenómeno “típicamente americano” como la manteca de cacahuete, la Coca Cola o los Blue Jeans. El trumpismo, o sea, la forma de hacer política que oscila entre populismo y elementos fascistoides, es un poliedro que tiene varias caras. Veamos:

La tiene en Brasil, con el fenómeno Bolsonaro. Este militar, formado en la cultura de la dictadura brasileña, que amenaza a todo aquel que no sea un hombre blanco, que insulta a todos los seguidores de la izquierda comenzando por Lula, que es capaz de atraer a los sectores más corruptos y especulativos de la sociedad brasileña, este hombre, repito, es la versión de Trump a la brasileña. Lo siento, Rivaldo y Ronaldinho, habeis dejado de tener mi respeto por apoyar a semejante personaje. Si al final se hace con la presidencia de Brasil, casi cerrará un ciclo que ha supuesto un vendaval que se ha llevado todo aquello que olía a progresista o a democracia en América del Sur: Veamos donde están políticamente Colombia, Perú, Chile, Argentina, Paraguay…sólo resisten Bolivia y Venezuela, por razones diferentes: Bolivia mantiene con muchas dificultades una alianza entre las diferentes naciones indígenas y una parte de la clase media productiva, y en Venezuela lo que sucede es que la oposición a Maduro está dirigida por una caterva de delincuentes e impresentables, a cual peor.

En Europa, la aparición y consolidación de fenómenos como Orban en Hungría, Marine Le Pen en Francia, Salvini en Italia, le extrema derecha en Austria, el Gobierno de Polonia, el Brexit de Gran Bretaña y otros, no son nuevos. Tampoco son achacables a EEUU ni a Trump, pero éste aprovecha estas circunstancias para amplificar el asunto y para disparar a la línea de flotación de la Unión Europea, ya bastante maltrecha de por sí. Y no olvidemos al gobierno derechista de Australia, aunque en contrapartida Japón mantiene buenas tasas de crecimiento y los salarios en 2017 han aumentado. China, entre tanto, mantiene sus tasas de crecimiento y mejora de los salarios a nivel general, y la última conferencia con los países africanos en la que anunció inversiones muy importantes en infraestructuras, puede suponer un freno al unilateralismo trumpista. La palabra diálogo o negociación parece haber desaparecido del lenguaje estadounidense del período de Donald Trump.

Uno de los torpedos lanzados a la línea de flotación, no sólo de la UE, de aquello que llamamos la cultura europeísta, es el llamado “Movimiento” de Steve Bannon, correligionario de Donald Trump y responsable de esta operación neo-fascistoide. Tomando fraseología que a veces hemos utilizado algunos, tal como el carácter de la UE y las consecuencias de determinados tratados (Ej. Maastricht es quien sitúa el terror al déficit), llegan a conclusiones absolutamente opuestas, al menos a lo que piensa gente como yo. No quieren más democracia y más derechos, al contrario, quieren menos derechos sociales y laborales, menos intervenciones supranacionales y menos regulaciones europeas. Exacerban  un nacionalismo excluyente y una división entre “los de aquí y los de fuera” absolutamente inaceptable y contrapuesta a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

El verdadero enemigo hoy para los trabajadores, y no sólo para ellos, es el sector representado por Trump, el capitalismo especulativo y depredador. Tejer amplias alianzas que incorporen al movimiento obrero contra este retroceso de civilización debe ser el objetivo. Trump no es el problema, es lo que representa y lo que favorece con su política.

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