Se han cumplido 100 años del final de la I Guerra Mundial, o del primer conflicto imperialista global. Vamos a dejar la historia y me remito sin duda a los certeros análisis de Josep Fontana y otros historiadores, sólo voy a comentar un aspecto, para mi relevante, después de oir las estupideces chauvinistas del Presidente de la República Francesa Emmanuel Macron. La cuestión es que alguien explique qué sucedió con aquellas personas y organizaciones que, desde el inicio y jugándoselo todo, incluso la vida, se opusieron a aquella barbaridad.
Muchas fueron las personas y organizaciones tachadas de traidores a sus patrias, desde Rosa Luxemburg, Karl Liebnecht y los espartaquistas hasta los bolcheviques de Lenin, pero nos vamos a fijar en la figura de Jean Jaurés, uno de los padres del socialismo francés, fundador del diario L'Humanité y diputado en la Asamblea nacional de la III República.. Jaurés, defensor de los obreros de las minas de Carmaut, de los obreros del vidrio de Albi, que llevó a la práctica el enaltecimiento de las cooperativas obreras, defensor del caso Dreyfuss, fue asesinado el 31 de Julio de 1914 a manos de un fanático nacionalista francés, deseoso de emprender la guerra contra los alemanes. Pero lo importante no fue la mano ejecutora, sino quienes estaban detrás del asesinato de Jaurés, y sobre todo, a quien beneficiaba su desaparición.
Naturalmente, su desaparición beneficiaba en primer lugar a los grandes propietarios, poseedores de capital y mercados, en la metrópoli y en las colonias, a la gran Banca francesa y a la oligarquía de la época. En segundo lugar, una guerra podía ser una forma de hacer carrera para la casta militar francesa, reaccionaria como todas, en la que su exponente máximo era Pétain, el mismo que años después pactó con Hitler y se dedicó a entregar a judíos, comunistas, socialistas y sindicalistas a la Gestapo. Finalmente, su desaparición dejaba, al menos en teoría el campo libre a la socialdemocracia que cayó en el discurso nacional-chauvinista de defensa de la guerra. Jaurés tenía demasiados enemigos poderosos y por ello fue asesinado.
Es por eso que uno se indigna hasta límites olímpicos cuando ve el enaltecimiento a fascistas criminales como Pétain y, que al mismo tiempo se olvide a personalidades como Jean Jaurés. Uno se cabrea al ver a todo un Presidente de la República Francesa homenajear a Pétain, cuando los únicos que merecen tal homenaje fueron las víctimas de aquella carnicería, los soldados enrolados a la fuerza para combatir y defender unas patrias que ni poseían ni eran las suyas.
El consuelo que me queda es ver cómo en Francia, buena parte de la sociedad civil ha rechazado esta mascarada macronista, es ver como amigos de la CGT y del PCF, principalmente aunque no únicamente, han alzado su voz. La Francia que acogió a nuestros abuelos en 1939, no la que los encerró en campos que fueron de concentración, todavía vive y respira.
Por cierto, finalmente un pequeño detalle: la Catalunya de la época se dividió entre aliadófilos y germanófilos, es decir, entre aquellos que les vendían suministros a los imperios centrales o los que lo hacían a británicos y franceses...la pela era la pela!
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